Durante décadas, la NASA diseñó, construyó y operó sus propios orbitadores y naves de retransmisión para transportar datos de misiones espaciales a la Tierra. Sin embargo, la agencia ha iniciado un cambio de estrategia: en lugar de ser propietaria y operadora de estas infraestructuras, ahora busca adquirir la conectividad como servicio, tal como ya lo hace con el lanzamiento de cohetes y el transporte de astronautas.
Este giro abre una competencia global entre grandes empresas espaciales para ofrecer soluciones que mantengan y mejoren las comunicaciones con Marte. Lo que está en juego no es un contrato único, sino el canal principal de transmisión de datos entre la Tierra y Marte.
Actualmente, la NASA depende de una red de retransmisión fragmentada, compuesta por orbitadores como el Mars Reconnaissance Orbiter y MAVEN, que recogen información de rovers y módulos de aterrizaje para enviarla a las antenas de la Red de Espacio Profundo (DSN) en la Tierra. Si bien estas naves están en buen estado, no fueron diseñadas para operar indefinidamente. De hecho, la agencia estima que MAVEN seguirá funcionando hasta principios de la década de 2030, pero su desgaste es inevitable.
En paralelo, el Programa de Comunicaciones y Navegación Espacial (SCaN), encargado de la DSN, busca soluciones que permitan ampliar y modernizar estos sistemas. En julio, la NASA publicó una solicitud de propuestas (RFP) para crear un mercado interoperable de comunicaciones, en el que la agencia sea un cliente más, y no el operador exclusivo.
Esta solicitud se enfoca en estudios de viabilidad, no en la compra inmediata de equipos. Los objetivos son dos: establecer una “línea troncal lunar” entre la Luna y la Tierra, y desarrollar un sistema de comunicaciones de extremo a extremo con Marte, capaz de transmitir datos desde la superficie marciana, pasando por la órbita, hasta los centros de control en la Tierra.
Comunicaciones entre Marte, Tierra y la Luna
El reto es considerable: las distancias entre la Tierra, la Luna y Marte implican latencias prolongadas, interferencia solar periódica, ventanas limitadas de comunicación y exigencias técnicas para sistemas altamente resistentes a fallos. Por ello, la NASA busca que la industria proponga soluciones viables antes de realizar inversiones masivas.
En esta carrera, varias empresas ya han mostrado sus cartas:
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Blue Origin presentó el Mars Telecommunications Orbiter, basado en su plataforma Blue Ring, diseñado para apoyar misiones marcianas desde 2028.
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Rocket Lab trabaja en su propio orbitador de telecomunicaciones, integrado en su propuesta para la campaña Mars Sample Return.
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SpaceX, Lockheed Martin y la propia Blue Origin recibieron financiación en 2024 para estudios preliminares. En el caso de SpaceX, la idea es adaptar satélites Starlink para su uso en Marte.
A largo plazo, este cambio de modelo busca transformar la exploración espacial: pasar de misiones puramente científicas a una presencia humana permanente en la Luna y, posteriormente, en Marte. Para lograrlo, contar con comunicaciones seguras, rápidas y sostenibles será tan esencial como el propio transporte de personas y equipos.
En definitiva, la NASA se encuentra en un momento de transición estratégica: abandona su rol tradicional como único proveedor y operador de sus sistemas de comunicación para adoptar un enfoque más comercial, competitivo e interoperable, en el que la industria privada tendrá un papel clave en las futuras redes que conectarán la Tierra con la Luna y Marte.
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