La contingencia nos ha llevado en menos de seis meses a optar nuevamente por el Teletrabajo o Home Office. Si antes fue el Estallido Social, hoy las medidas preventivas para evitar el contagio del Covid 19, mejor conocido como Coronavirus, han forzado la implementación de esta práctica. Esta vez, de manera generalizada y transversal, incluyendo en este proceso a una gran cantidad de personas. La gran mayoría de las empresas que tienen habilitada esta función remota, tomó conexión a través de las áreas de Recursos Humanos, compartiendo procesos y formatos para medir la productividad.
Sin embargo ¿tenemos la experiencia adecuada para una implementación acorde a las metas de producción? A lo largo de su discusión, constantemente, se han nombrado los beneficios de este modelo, no obstante, hasta noviembre de 2019, el Ministerio del Trabajo registraba un 1% de la población laboral bajo esta modalidad. Principalmente, las compañías que contaban con políticas y procesos para regular el Teletrabajo eran las multinacionales. Disponen de programas de beneficios que se generaban en situaciones específicas como, por ejemplo, una fecha a elección en el calendario de trabajo o mediante un acuerdo a partir de una instancia familiar puntual, etc.
La situación que se generó en octubre forzó en cierta medida la utilización del Teletrabajo. Una prueba que permitió de alguna manera dar continuidad operacional en el país, sin embargo, la medición de productividad de las empresas nos encontró “en pañales”. Hoy tenemos una segunda oportunidad, pero en escenario de exigencia mayor.
Sumado a la prevención de la propagación del brote, con el fin de limitar el contagio a personas más susceptible a los efectos del virus, tercera edad y enfermedades crónicas por ejemplo, se suma el cierre del 100% de los colegios. La necesidad de que haya un adulto en casa demanda aún más el requerimiento de establecer una capacidad remota de mayor tamaño. Esto pone una doble presión al aprendizaje a distancia y a los trabajadores, sobre todo a los padres, que deben también apoyar en paralelo a sus hijos en esta nueva coyuntura, estudiando desde el hogar.
Para que tenga éxito, este gran piloto nacional debe ir acompañado con un cambio cultural, responder a la confianza, actuar con responsabilidad, ir de la mano con la planificación. Tener en cuenta los tiempos de cada una de las partes, ya sea empleador y colaborador, desplazando el tiempo de conexión como sinónimo de productividad, sino que en base al cumplimiento de metas. Si deseamos que este proceso prospere, debemos buscar el equilibrio en esta relación bidireccional.
Columna redactada por Alejandra Cruzat, Executive Manager de Michael Page