Cada día vemos con más frecuencia surgir términos y conceptos asociados a los avances y cambios tecnológicos. Rápidamente, palabras como automatización, inteligencia artificial, transformación digital, robotización o virtualización, han sido incorporadas al vocabulario cotidiano. Así, se da cuenta de la serie de acelerados cambios que está viviendo nuestra sociedad y que están en estrecha relación con los saltos tecnológicos que se están dando. No cabe duda que es apasionante pensar en cómo será el mundo en unos años o décadas más, sin embargo también puede ser atemorizante reflexionar sobre qué rol podemos jugar quienes no somos nativos digitales o no estamos en la “cresta de la ola tecnológica”. Más aún, discernir sobre cómo abordar este mar de tecnologías y desde dónde comenzar puede ser angustiante.
Pues bien, la noticia menos buena al respecto es que este proceso de cambios es irreversible, por lo tanto no tenemos muchas opciones y debemos acomodarnos y buscar nuestro lugar en este nuevo entorno digital. La buena noticia es que sí hay lugar y necesidad de talento sénior y de habilidades humanas que la tecnología, al menos por ahora, no puede suplir. Por ende, ya tenemos una primera línea de trabajo: o dominamos y avanzamos con la tecnología o nos focalizamos en los aspectos que son complementarios y necesarios de proveer en estos entornos digitalizados. Después de todo, las emociones, los dilemas éticos, las percepciones subjetivas, son condiciones propias de la persona humana, que aún no son posibles de emular por parte de las máquinas. Sin embargo, cualquiera sea el camino, hay mínimos que necesitamos dominar y trabajar.
Tecnología vista desde el punto de vista laboral
Desde el punto de vista laboral, por supuesto que la tecnología representa un desafío. Hay vasta literatura y estudios respecto de las áreas y tipos de labores que están en mayor riesgo de reemplazo por la automatización. Sin embargo, al mismo tiempo, es evidente que se abren nuevas posibilidades de desarrollo profesional. En este sentido, basta con mirar la historia. En el siglo XIX, la Revolución Industrial introdujo la mecanización y la máquina a vapor, lo que acabó con muchas ocupaciones artesanales al potenciar la producción en serie, pero también se abrieron nuevos negocios y posibilidades de desempeño a partir de las oportunidades que crearon esas tecnologías. Claro, hoy tenemos un matiz… los saltos tecnológicos son mucho más acelerados y dejan menos tiempo para la adaptación y, por lo tanto, necesitamos entender e identificar oportunidades con gran agilidad.
A modo de referencia, el informe de la OIT sobre el “Futuro del Trabajo”, de 2017, ya levantaba algunas alertas sobre esta materia. Y aunque su mirada tiene más que ver con las políticas públicas, entrega muy buena información sobre cómo el mercado del trabajo está siendo y será afectado por los cambios tecnológicos de gran escala. Por ejemplo, el documento ya daba cuenta del enorme impacto de la robótica en el área de las manufacturas, cifrando en un 80% la robotización en ese rubro, con datos disponibles solo hasta 2015. En esa línea, el informe cita fuentes reputadas, como la Universidad de Oxford o PricewaterhouseCoopers, que estiman -en líneas generales- que entre el 35 y 60% de los trabajos tiene el potencial (o riesgo) de ser automatizado. Por ende, hay que preocuparse y actuar en consecuencia.
Un nuevo modelo de empleabilidad
Aunque da para un tema en sí mismo, y de hecho lo tengo agendado para más adelante, este cambio de paradigma respecto del mercado laboral conlleva una mirada nueva respecto de cómo nos podemos emplear.
Un mercado más dinámico, con mayor movilidad y cambios permanentes en la forma en que se hacen las cosas, nos debe llevar a preguntarnos cómo podemos trabajar nuestra empleabilidad. Al respecto, estoy convencida de que hay grandes oportunidades si ponemos el foco en ofrecer nuestras habilidades, lo que sabemos hacer, a quien lo necesite. En España los llaman los “autónomos”, y aunque pudiera ser asimilable a ser emprendedores tiene más que ver con una apuesta por la diversidad de trabajos, poniendo a disposición aquellas capacidades que constituyen nuestro “ikigai” y que pueden ser demandas por más de un empleador. Así, ya no vendemos nuestro tiempo, sino que ofertamos nuestras capacidades para “hacer”.
La gracia está en que los saltos tecnológicos permiten este tipo de modelos de trabajo. Y hay que decirlo, la pandemia por Covid-19 nos adelantó varios años en esta apertura a nuevas formas de desempeño laboral… una muestra: el teletrabajo.
Las habilidades que demanda el futuro
En esta área, hay muchísimo que decir, pero no es necesario agobiarnos por entenderlo todo. Lo fundamental es que seamos conscientes de la necesidad de incorporar ciertas tecnologías a nuestra vida cotidiana y a nuestro desempeño laboral. De hecho, la crisis sanitaria por la pandemia de coronavirus ha forzado a muchos a adoptar nuevas formas de comunicarse, de colaborar en línea y de desarrollar sus tareas habituales.
A partir de lo anterior, la pregunta es obvia: ¿cuáles son las tecnologías o servicios tecnológicos que se deben dominar hoy? Bueno, acá comparto tres áreas que considero la base para desenvolverse en este nuevo contexto del siglo XXI.
- Plataformas de comunicación: Whatsapp no es suficiente para mantener relaciones laborales productivas. Hay plataformas que ofrecen funciones mucho más apropiadas para el contexto laboral. Herramientas como Zoom, Webex, Teams o Meet, posibilitan compartir contenidos durante una videollamada, transferir archivos y añadir citas al calendario o agenda. Por lo tanto, dominarlas es básico para estar insertos en el mercado laboral.
- Servicios de almacenamiento y colaboración cloud: muy lejos han quedado esas salas o bodegas que poseían las empresas, con servidores de archivos donde se almacenaba la información, los sitios web e, incluso, se proveía el servicio de correo. Esa “intranet” hoy tiene usos muy acotados, porque hay gigantes informáticos que cuentan con robustas plataformas que permiten almacenamiento y procesamiento cloud, con lo cual podemos no solo acceder a los archivos desde cualquier dispositivo con internet, sino que además trabajarlos en línea y en forma colaborativa. En consecuencia, dominar plataformas como G-Suite (Google) o OneDrive es fundamental hoy.
- Seguridad informática: la complejidad del mundo tecnológico implica que no podemos desconocer los riesgos a los que estamos expuestos. Ello es especialmente relevante cuando nuestras funciones implican el trabajar con información sensible para nuestra organización. Por lo tanto, entender los riesgos a los que nos exponemos, cómo minimizarlos y cómo identificar potenciales amenazas para levantar alertas, es parte del “manual de cortapalos” de este nuevo entorno digital.
Interpretar y leer las tendencias
Un último aspecto interesante que deseo abordar tiene que ver con un tema técnico, pero que aun reconociendo mis limitaciones en este ámbito, creo que es relevante para ejemplificar cómo podemos interpretar los cambios que estamos experimentando (disfrutando o sufriendo, según prefiera). Me refiero a la irrupción del 5G, como símbolo del advenimiento de la llamada cuarta revolución industrial o la industria 4.0.
Al respecto, vale hacer una distinción que sirve para ilustrar el por qué el futuro se presenta con un alto grado de incertidumbre, incluso cuando sabemos que será híper tecnologizado. Pues bien, el 5G es una tecnología, que gracias a numerosos atributos, como la mayor capacidad y velocidad y menor latencia, permitirá desarrollar un montón de servicios y masificar otros; por lo tanto, no confundir tecnología con servicios o usos de ella.
Por ejemplo, distintos informes de compañías reputadas, como Ericsson, Huawei, Nokia o Cisco, por mencionar algunas, plantean una revolución en cuanto a la telemedicina efectiva, con cirugías a distancia, coches autónomos, ecosistemas digitales en las calles o control a distancia de operaciones críticas de nivel industrial. Más allá de los casos concretos, que por cierto son interesantes, las grandes empresas y los expertos coinciden en que las posibilidades para desarrollar nuevos negocios, servicios y aplicaciones en base a esta tecnología, son prácticamente infinitas. Ese es el cambio que viene; no se trata de una tendencia lineal y fácilmente predecible, sino de avances exponenciales a los cuáles nadie puede seguir el ritmo, pero que abren grandes oportunidades.
De esto se trata cuando hablamos de asimilar la digitalización y adaptarse a un entorno que está cambiando y tendrá transformaciones aún más potentes. Entender los drivers que están moviendo al mundo en el ámbito tecnológico y las macrotendencias es lo básico para mantenerse vigentes en siglo XXI. No necesitamos ser programadores, geeks o early adopters de la tecnología, pero sí requerimos aceptar y aprender respecto de las cuestiones fundamentales en torno a estos cambios a todo nivel.
Columna redactada por Karina Pérez, directora de Robert Half en Chile. Conoce más en la sección de Zoom Tecnológico.